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domingo, 26 de octubre de 2008

Y esto es...

Teresa: Una mujer
Tomás: Un hombre
Karenin: Un perro

De la confusa mezcla de estas ocurrencias, crece ante Teresa una idea blasfema de la que no puede librarse: el amor que la une a Karenin es mejor que el que existe entre ella y Tomás. Mejor, no mayor. Teresa no quiere culpar a Tomás ni culparse a sí misma, no pretende afirmar que pudieran quererse más. Pero le da la impresión de que la pareja humana está hecha de tal manera que su amor es a priori de peor clase de la que puede ser (al menos en su caso, que es el mejor) el amor entre una persona y un perro, esa extravagancia en la historia del hombre, probablemente no planeada por el Creador.

Es un amor desinteresado: Teresa no quiere nada de Karenin. Ni siquiera le pide amor. Jamás se ha planteado los interrogantes que torturan a las parejas humanas: ¿me ama?, ¿ha amado a alguien más que a mí?, ¿me ama más de lo que yo le amo a él? Es posible que todas estas preguntas que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan antes de que pueda germinar. Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia.

Y algo más: Teresa aceptó a Karenin tal como era, no pretendía transformarlo a su imagen y semejanza, estaba de antemano de acuerdo con su mundo canino, no pretendía quitárselo, no tenía celos de sus aventuras secretas. No lo educó porque quisiera transformarlo (como quiere el hombre transformar a su mujer y la mujer a su hombre), sino para enseñarle un idioma elemental que hiciera posible la comprensión y la vida en común.

Y luego: El amor hacia el perro es voluntario, nadie la fuerza a él.
Y lo principal: Ninguna persona puede otorgarle a otra el don del idilio. Eso sólo lo sabe hacer el animal, porque no ha sido expulsado del Paraíso. El amor entre un hombre y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución.

De "la insoportable levedad del ser"

*Posdata:
La única explicación que encuentro es la de que el amor no era para él una prolongación de su vida pública, sino el polo opuesto. Significaba para él el deseo de ponerse a merced de la mujer amada. Quien se entrega a otro como un soldado que se rinde, debe hacer previamente entrega de cualquier tipo de arma. Y si se queda sin defensa alguna ante un ataque, no podrá evitar preguntarse: ¿Cuándo llegará el ataque? Por eso puedo decir. Para cualquiera el amor significaba la permanente espera de un ataque.

lunes, 20 de octubre de 2008

De los modelos propios...

Pensar en un modelo propio es hacer el ejercicio propiamente de pensarse. No solo como un sujeto que ha de dar respuestas a posibles dificultades, si no que también es un ser autónomo que posee la acción y el derecho legitimo de expresarse contra o a favor de aquello que crea le falta a algo, en este caso a la educación. Ahora que he de hacer dos distinciones frente al trabajo del profesor Rafael Ávila que he de considerar básicas, no solo por creer a mi manera de ver que son importantes, si no porque veo en estas dos unas de las falencias que quizás el profesor señalo pero que no profundizo. La primera de ellas hace especial énfasis en la distinción en principio a guisa de ejemplo entre educación y arte, separando de manera ordenada a la primera como un conjunto de teorías y a la segunda como una acción en su “razón de ser”, y digo porque primero algunos se apegan a las teorías (educación) y dedican la mayor parte de su tiempo a buscar las soluciones a estos problemas haciendo “abstracción” desde sus escritorios y como el cocinero, escribiendo la receta para que otros la apliquen. Mientras que por el otro lado están los que hacen su trabajo como razón de ser mas no como modo de pensar en porque es esta su razón de ser y no otra. Es decir, aquellos para quienes resulta mucho mas fácil hacer las cosas sin detenerse a examinarlas con atención y se convierten en reproductores de cultura (teniendo plena conciencia de ello que es lo peor), y haciendo del ejercicio mental un tiempo pasado que se dejo en la universidad o aun peor en el colegio. Y son estos dos extremos por los que se juzga constantemente al maestro, tanto el primero por dejar el ejercicio su practica a un lado por vincularse a mejor status que mas tienden a lo político, como aquellos a quienes se les facilita mucho mas que otros hagan el trabajo de pensar por ellos mismos, y se vuelvan recitadores de pies de pagina.

El ejercicio de razón esta presente en todos los seres humanos, aunque no se puede negar que unos lo hacen con mas calidad que otros, y aunque no se espera que le maestro tenga respuestas a todos los interrogantes, si se espera que el ejercicio que haga lo haga con calidad, así es que tanto el ejercicio docente como el científico no se pueden limitar a lo que esta escrito. Y como tal se debería exigir al maestro que haga publicaciones de calidad, que se piense el mismo como un intelectual y un investigador, pero por supuesto sin caer en los vicios que arriba ya mencione. Un maestro no debe caer en errores gramaticales, y menos aun cuando rápidamente estamos entre extremos.